"CARLOS MARX". Breve esbozo biográfico con una exposición del marxismo. «1914» |
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Fragmentos La doctrina de Marx. El marxismo es el sistema de las ideas y la doctrina de Marx. Marx es el continuador y consumador genial de las tres corrientes ideológicas principales del siglo XIX que tuvieron por cuna a los tres países más avanzados de la humanidad (en esa época): la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo francés, unido a las doctrinas revolucionarias francesas en general. La maravillosa consecuencia y la unidad interna –que hasta los adversarios de Marx reconocen en sus ideas, las cuales dan en conjunto el materialismo moderno y el socialismo científico moderno como teoría y programa del movimiento obrero de todos los países civilizados del mundo –, nos obligan a trazar, antes de exponer el contenido principal del marxismo, o sea, la doctrina económica de Marx, un breve resumen de su concepción del mundo en general. El materialismo filosófico. Desde los años 1844-45, época en que se forman sus ideas, Marx es materialista y, concretamente, sigue a Ludwing Feuerbach, cuyo único lado débil fue para él, entonces y más tarde, la falta de consecuencia y de universalidad de que adolecía su materialismo. Para Marx, la importancia histórica universal de Feuerbach, lo que “hizo época”, era precisamente la resuelta ruptura con el idealismo de Hegel y la afirmación del materialismo, ya que “en el siglo XVIII, sobre todo en Francia, no había sido solamente una lucha contra las instituciones políticas existentes y, al mismo tiempo, contra la religión y la ideología, sino también...contra toda metafísica” (en el sentido de “especulación ebria”, a diferencia de la “filosofía sobria”). (Tomado de “La sagrada familia”, en Herencia literaria). “Para Hegel –escribía Marx –, el proceso del pensa al que convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el “demiurgo” (el creador) de lo real... Para mí, por el contrario, lo ideal no es más que lo material traspuesto y traducido en la cabeza del hombre”. (Tomado de “El Capital”, tomo I, palabras finales de la segunda edición). Coincidiendo en un todo con la filosofía materialista de Marx, Federico Engels expone del siguiente modo esta concepción filosófica en su obra Anti-Duhring, cuyo manuscrito había tenido Marx en sus manos: “... La unidad del mundo no consiste en su ser... La unidad real del mundo consiste en su materialidad, que tiene su prueba... en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y las ciencias naturales... El movimiento es la forma de existencia de la materia. Jamás ni en parte alguna ha existido ni puede existir materia sin movimiento ni movimiento sin materia... Si nos preguntamos... qué son, en realidad, el pensamiento y la conciencia y de dónde proceden, nos encontraremos con que son producto del cerebro humano y con que el mismo hombre no es más que un producto de la naturaleza que se ha formado y desarrollado en su ambiente y con ella; por donde llegamos a la conclusión, lógica por sí misma, de que los productos del cerebro humano, que en última instancia tampoco son más que productos naturales, no se contradicen, sino que se armonizan con la concatenación universal de la naturaleza”. “Hegel era idealista, es decir, no tenía las ideas de su cerebro por reflejos más o menos abstractos de los objetos y de los fenómenos reales, sino, al contrario, los objetos y su desarrollo eran para él los reflejos de la idea, existente, en alguna parte, antes de que apareciera el mundo”. En Ludwing Feuerbach, obra donde F. Engels expone sus ideas y ls de Marx acerca del sistema filosófico de este filósofo y cuyo original mandó a la imprenta después de haber revisado un antiguo manuscrito suyo y de Marx, (procedente de los años 1844-45 acerca de Hegel, Feuerbach y la concepción materialista de la historia), Engels dice: “El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza... ¿Qué es lo primero: el espíritu o la naturaleza?... Los filósofos se dividen en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Loa que afirmaban la anterioridad del espíritu frente a la naturaleza y, por tanto, admitían en última instancia una creación del mundo, de cualquier forma que fuera..., se agrupaban en el campo del idealismo. Los demás, los que tenían la naturaleza por lo primario, formaban en las distintas escuelas del materialismo”. Todo otro empleo de los conceptos de idealismo y materialismo (en sentido filosófico) no hace sino sembrar la confusión. Marx rechazaba enérgicamente no solo el idealismo –aliado siempre de un modo u otro de la religión –, sino también la doctrina de Hume y Kant – el agnosticismo, el criticismo y el positivismo en sus distintas formas; para Marx, esta clase de filosofía era una concesión “reaccionaria” al idealismo y, en el mejor de los casos, “una manera vergonzosa de aceptar el materialismo por debajo de cuerda y renegar de él públicamente”. En particular, conviene hacer presente la concepción de Marx acerca de la relación entre libertad y necesidad: “La necesidad sólo es ciega mientras no se la comprende. La libertad no es otra cosa que el conocimiento de la necesidad”. (Anti Duhring) Esto equivale al reconocimiento de la lógica objetiva de la naturaleza y de la transformación dialéctica de la necesidad en libertad. El principal defecto del “viejo” materialismo, consistía, según Marx y Engels, en lo siguiente: (1) en que este materialismo era predominantemente mecanicista y no tenía en cuenta los últimos progresos de la química y la biología; (2) no tenía un carácter histórico ni dialéctico, sino metafísico en el sentido antidialéctico, y no mantenía de un modo consecuente – ni en todos sus aspectos – el criterio de la evolución; (3) en que se concebía “la esencia humana” en abstracto, y no como “el conjunto de las relaciones sociales” (concretas y determinadas en el plano histórico), razón por la cual el viejo materialismo no hacía más que “interpretar” el mundo, cuando de lo que se trata en realidad es de transformarlo; es decir, que no comprendía la importancia de la “actuación revolucionaria práctica”. La dialéctica. La dialéctica hegeliana, como la doctrina más universal, rica de contenido y profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor adquisición de la filosofía clásica alemana. Toda otra fórmula del principio del desarrollo, de la evolución, les parecía unilateral y pobre, les parecía que mutilaba y desfiguraba la verdadera trayectoria del desarrollo en la naturaleza y en la sociedad (desarrollo que a menudo se efectúa a través de saltos, catástrofes y revoluciones). "Marx y yo fuimos seguramente casi los únicos que tratamos de salvar" (del descalabro del idealismo, comprendido el hegelianismo) "la dialéctica consciente para traerla a la concepción materialista de la naturaleza". "La naturaleza es la piedra de toque de la dialéctica, y hay que decir que las ciencias naturales modernas, que nos han brindado materiales extraordinariamente copiosos" (¡y fue escrito antes de ser descubiertos el radio, los electrones, la transformación de los elementos!) "y que aumentan cada día que pasa, demuestran con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia, por cauces dialécticos, y no sobre carriles metafísicos". "La gran idea cardinal de que el mundo no puede concebirse como un conjunto de objetos terminados - escribe Engels -, sino como un conjunto de procesos en el que las cosas que parecen estables, al igual que sus reflejos mentales en nuestras cabezas, los conceptos, pasan por una serie ininterrumpida de cambios, por un proceso de génesis y caducidad; esta gran idea cardinal se halla ya tan arraigada, sobre todo desde Hegel, en la conciencia habitual, que, expuesta así, en términos generales, apenas encuentra oposición. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra cosa es aplicarla a la realidad concreta, en todos los campos sometidos a investigación". "Para la filosofía dialéctica no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior cuyo mero reflejo en el cerebro pensante es esta misma filosofía". Así pues, según Marx, la dialéctica es "la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano". Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico "no necesita de ninguna filosofía entronizada sobre las demás ciencias". Lo único que queda en pie de la filosofía anterior es "la teoría del pensamiento y sus leyes, la lógica formal y la dialéctica". Y la dialéctica, tal y como la concibe Marx, así como Hegel, engloba lo que hoy se llama teoría del conocimiento o gnoseología, que debe enfocar también históricamente su objeto, investigando y sintetizando los orígenes y el desarrollo del conocimiento y el paso del no conociendo al conocimiento. La idea del desarrollo, de la evolución, ha penetrado actualmente casi entera en la conciencia social, pero no a través de la filosofía de Hegel, sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal y como la formularon Marx y Engels, arrancando de Hegel, es mucho más vasta, más rica de contenido que la teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo que parece repetir las etapas ya recorridas, pero de otro modo, en un terreno superior (la "negación de la negación"); un desarrollo que no discurre en línea recta, sino en espiral, por, decirlo así; un desarrollo a saltos, a través de catástrofes y de revoluciones, que son otras tantas "interrupciones en el proceso gradual", otras tantas transformaciones de la cantidad en calidad; impulsos internos del desarrollo originados por la contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias que actúan sobre un determinado cuerpo o en los límites de un fenómeno concreto, o en el seno de una sociedad dada; interdependencia e íntima e inseparable concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno, concatenación que ofrece un proceso único y lógico universal del movimiento: tales son algunos rasgos de la dialéctica, doctrina del desarrollo mucho más compleja y rica que la teoría corriente. (Véase la carta de Marx a Engels del 8-1-1868, donde se ridiculizan las rígidas tricotomías de Stein, que sería absurdo confundir con la dialéctica materialista). La concepción materialista de la historia. La conciencia de que el viejo materialismo era una doctrina inconsecuente, incompleta y unilateral llevó a Marx a la convicción de que era necesario "poner en armonía con la base materialista, reconstruyéndola sobre ella, la ciencia de la sociedad". Si el materialismo en general explica la conciencia por el ser, y no al contrario, entonces, aplicado a la vida social de la humanidad, exige que la conciencia social se explique por el ser social.
"La tecnología - dice Marx (en El Capital, t. I) - nos descubre
la actitud del hombre ante la naturaleza, el proceso directo de producción
de su vida, y, por tanto, de las condiciones de su vida social y de
las ideas y representaciones espirituales que de ellas se derivan".
En el prólogo a la “Contribución a la crítica
de la economía política” expone Marx una fórmula
íntegra de los principios del materialismo aplicado a la sociedad
humana y a su historia. Dice así: "El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por contrario, el ser social lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época, de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar de un individuo por lo que él piensa de sí, tampoco podemos juzgar de estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción"... "A grandes rasgos, podemos designar como épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués". (Compárese con la concisa fórmula que Marx da en carta a Engels del 7-7-1866: Nuestra teoría de la organización del trabajo determinada por los medios de producción”) El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o mejor dicho, la consecuente aplicación y extensión del materialismo al “campo de los fenómenos sociales”, acabó con los dos defectos fundamentales de las teorías de la historia anteriores a Marx. Primero, en el mejor de los casos, estas teorías sólo consideraban los móviles ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin percibir las leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema de relaciones sociales, sin advertir las raíces de estas relaciones en el grado de progreso de la producción material. Segundo, las viejas teorías no abarcaban precisamente las acciones de las masas y de los cambios experimentados por esas condiciones. El materialismo señaló el camino para una investigación universal y completa del proceso de nacimiento, desarrollo y decadencia de las formaciones socioeconómicas, examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias, y concentrándolas en las condiciones determinables de vida y producción de las distintas clases de la sociedad, (eliminando así el subjetivismo). Son los hombres los que hacen su propia historia; pero ¿qué determina los móviles de estos hombres y, más exactamente, de las masas humanas?. ¿a qué se deben los choques de las ideas y aspiraciones contradictorias?. ¿qué representa el conjunto de todos estos choques que se producen en la masa toda de las sociedades humanas?, ¿cuáles son las condiciones objetivas de producción de la vida material que forman la base de toda la actuación histórica de los hombres? ¿cuál es la ley que preside el desenvolvimiento de esas condiciones. Marx se detuvo en todo esto y trazó el camino del estudio científico de la historia – concebida como un proceso único y lógico, pese a toda su imponente diversidad y a todo su carácter contradictorio. La lucha de clases. Todo el mundo sabe que, en cualquier sociedad, las aspiraciones de los unos chocan abiertamente con las aspiraciones de los otros, que la vida social está llena de contradicciones, que la historia nos muestra la lucha entre los pueblos y sociedades y en su propio seno; sabe también que se produce una sucesión de períodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo ha dado el hilo conductor que permite descubrir la lógica en este aparente laberinto y caos: la teoría de la lucha de las clases. Solo el estudio del conjunto de las aspiraciones de todos los miembros de una sociedad determinada, o de un grupo de sociedades, permite fijar con precisión científica el resultado de estas aspiraciones. Ahora bien, el origen de esas aspiraciones contradictorias está siempre en las diferencias de situación y condiciones de vida de las clases en que se divide toda sociedad. “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días – escribe Marx en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia de la comunidad primitiva, añade más tarde Engels) – es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentan siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; la lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes (…) La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”. Desde la Gran Revolución Francesa, la historia de Europa pone de manifiesto en distintos países con particular evidencia la verdadera causa de los acontecimientos, la lucha de clases. Ya la época de la Restauración dio a conocer en Francia a algunos historiadores (Thierry, Guizot, Mignet, Thiers) que, al sintetizar los acontecimientos no pudieron menos que ver en la lucha de clases la clave para comprender toda la historia francesa. Y la época contemporánea, la época que señala el triunfo completo de la burguesía y de las instituciones representativas, del sufragio amplio (cuando no universal), de la prensa diaria barata que llega a las masas, etc., muestra de un modo todavía más patente (aunque a veces en forma muy unilateral, “pacifica”, “constitucional”) que la lucha de las clases es el motor de los acontecimientos. El siguiente pasaje del Manifiesto Comunista nos muestra lo que Marx exigía de la sociología para el análisis objetivo de la situación de cada clase en la sociedad moderna, en relación con el análisis de las condiciones de desarrollo de cada clase: “De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, solo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar. Las capas medias – el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino – luchan todas contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia”. “Del mismo modo que no podemos juzgar de un individuo por lo que el piensa de sí, tampoco podemos juzgar de estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción”. “A grandes rasgos, podemos designar como épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués”. El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o mejor dicho, de la consecuente aplicación y extensión del materialismo al campo de los fenómenos sociales, acabó con los dos defectos fundamentales de las teorías de la historia anteriores a Marx. Primero. En el mejor de los casos, estas teorías solo consideraban los móviles ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin percibir las leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema de las relaciones sociales, sin advertir las raíces de estas relaciones en el grado de progreso de la producción material; segundo, las viejas teorías no abarcan precisamente las acciones de las masas de la población, mientras que el materialismo histórico permitió por primera ves el estudio, con la exactitud del naturalista, de las condiciones sociales de vida de las masas y de los cambios experimentados por estas condiciones. La “sociología” y la historiografía anteriores a Marx acumularon, en el mejor de los casos, datos no analizados y fragmentarios, y expusieron algunos aspectos del proceso histórico. El marxismo señaló el camino para una investigación universal y completa del proceso de nacimiento, desarrollo y decadencia de las formaciones socioeconómicas, examinado el conjunto de todas las tendencias contradictorias y concentrándolas en las condiciones, exactamente determinables, de vida y producción de las distintas clases de la sociedad, eliminado el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección de las diversas ideas “dominantes” o en su interpretación y poniendo al descubierto, sin excepción alguna, las raíces de todas las ideas y diversas tendencias en el estado de las fuerzas materiales productivas. Son los hombres, los que hacen su propia historia; pero ¿qué determina los móviles de estos hombres, y, más exactamente, de las masas humanas?, ¿a qué se deben los choques de las ideas y aspiraciones contradictorias?, ¿qué representa el conjunto de todos estos choques que se produce en la masa toda de las sociedades humanas?, ¿cuáles son las condiciones objetivas de producción de la vida material que forman la base de toda la actuación histórica de los hombres?, ¿cuál es la ley que preside el desenvolvimiento de estas condiciones. Marx se detuvo en todo esto y trazó el camino del estudio científico de la historia concebida como un proceso único y lógico, pese a toda su imponente complejidad y a todo su carácter contradictorio. Son revolucionarias únicamente porque tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, porque abandonan sus propios puntos de vistas para adoptar los del proletariado". En bastantes obras de historia, Marx nos ofrece ejemplos de historiografía materialista, de análisis de la situación de cada clase concreta y de los grupos o capas que se manifiestan dentro de ella, mostrando por qué y cómo "toda lucha de clase es una lucha política". El pasaje que acabamos de citar indica lo intrincada que es la red de relaciones sociales y grados transitorios de una clase a otra, del pasado al porvenir, que Marx analiza para extraer la resultante de la evolución histórica. Donde la teoría de Marx encuentra su confirmación y aplicación más profunda y más detallada es en su doctrina económica. La doctrina económica de Marx.
“El fin que persigue esta obra – dice Marx en su prefacio
a El Capital – es descubrir la ley económica que preside
los movimientos de la sociedad moderna, es decir, de la sociedad capitalista,
de la sociedad burguesa. El estudio de las relaciones de producción
de una sociedad determinada y concreta en su aparición, su desarrollo
y su decadencia en la historia es lo que constituye el contenido de
la doctrina económica de Marx. En la sociedad capitalista impera
la producción de mercancías; por eso, el análisis
de Marx empieza con el análisis de la mercancía. |