"TRES FUENTES Y TRES PARTES INTEGRANTES DEL MARXISMO". «1914» |
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Introducción. La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia buguesa (tanto la oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social "imparcial". De uno u otro modo, toda la ciencia oficial liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los pbreros disminuyendo los beneficios del capital. Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia de la ciencia social muestran con diáfana claridad que en el marxismo nada hay que se parezca al "sectarismo", en el sentido de que sea una doctrina fanática, petrificada, surgida al margen de la vía principal que ha seguido el desarrollo de la civilización mundial. Por el contrario, lo genieal de Marx es, precisamente, que dio respuesta a los problemas que el pensamiento de avanzada de la humanidad había planteado ya. Su doctrina surgió como la continuación directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la filosofía, la economía política y el socialismo. La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera. Es completa y armónica, y brinda a los hombres una concepción integral del mundo, intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Nos detendremos brevemente en estas tres fuentes del marxismo, que constituyen, a la vez, sus partes integrantes. Parte I. La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo largo de toda la historia moderna de Europa, el materialismo demostró ser la única filosofía consecuente, fiel a todos los principios de las ciencias naturales, hostil a la superstición. Por eso, los enemigos de la democracia hacían cuanto podían por "refutar", minar y calumniar el materialismo y defendían las diversas formas del idealismo filosófico, que se reduce siempre, de uno u otro modo, a la defensa o al apoyo de la religión. Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo error que significaba todo cuanto fuera desviarse de esa base. Donde con mayor claridad y detenimiento están expuestas sus opiniones es en las obras de Engels “Ludwig Feuerbach” y “Anti-Dühring” que, como el “Manifiesto Comunista”, no deben faltar a ningún obrero consciente. Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII, sino que llevó más lejos la filosofía. La enriqueció con adquisiciones de la filosofía clásica alemana, sobre todo del sistema de Hegel, que, a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. La principal de estas adquisiciones es la dialéctica, la doctrina del desarrollo en su forma más completa, más profunda y exenta de unilateralidad, la doctrina de la relatividad del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en constante desarrollo. Los novísimos descubrimientos de las ciencias naturales - el radio, los electrones, la transformación de los elementos - han confirmado de modo admirable el materialismo dialéctico de Marx, a despecho de las doctrinas de los filósofos burgueses, con sus "nuevos" retornos al viejo y podrido idealismo. Marx profundizó y desarrolló el materialismo filosófico, lo llevó a su término e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza alcanzado por el materialismo filosófico al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una conquista inmensa del pensamiento científico. Al caos y a la arbitrariedad, que imperaban hasta entonces en las concepciones relativas a la historia y a la política, sucedió una teoría científica unida, y ordenada de asombrosa manera que muestra cómo de un tipo de vida de la sociedad se desarrolla, en virtud del crecimiento de las fuerzas productivas, otro superior, cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo. Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza (es decir, la materia en desarrollo, que existe independientemente del hombre), así el conocimiento social del hombre (es decir, las diversas concepciones y doctrinas filosóficas, religiosas, políticas, etc.) refleja el régimen económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura que se alza sobre la base económica. Así vemos por ejemplo, que las diversas formas políticas de los estados europeos modernos sirven para reforzar la dominación de la bueguesñia sobre el prolerariado. La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado, que ha proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase obrera, la poderosa arma del saber. Parte II. Después de haber comprendido que el régimen económico es la base sobre la que se alza la superestructura política, Marx se entregó al estudio atento de ese sistema económico. La obra principal de Marx “El Capital”, está consagrada al estudio del régimen económico de sociedad moderna, es decir, de la capitalista. La economía política clásica anterior a Marx se había formado en Inglaterra, en el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y David Ricardo sentaron en sus investigaciones del régimen económico los fundamentos de la teoría del trabajo base del valor. Marx prosiguió su obra, fundamentando con toda precisión y desarrollando consecuentemente esa teoría, y poniendo de manifiesto que el valor de toda mercancía lo determina la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción. Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de unas mercancías por otras), Marx descubrió relaciones entre personas. El cambio de mercancías expresa el lazo establecido por mediación del mercado entre los distintos productores aislados. El dinero, al unir indisolublemente en un todo la vida económica de los productores aislados, significa que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El capital significa un desarrollo ulterior de ese vínculo: la fuerza de trabajo del hombre se transformar en mercancía. El obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de la fábrica o de los instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada en cubrir el costo del sustento suyo y de su familia (salario); durante la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía, fuente de la ganancia, fuente de la riqueza de la clase capitalista. La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la doctrina económica de Marx. El capital, creado por el trabajo del obrero, oprime al obrero, arruina a los pequeños propietarios y crea un ejército de desocupados. En la industria el triunfo de la ran producción se advierte enseguida, pero también en la agricultura se observa ese mismo fenómeno, donde la superiosirad de la gran agricultura capitalista es acrecentada, aumenta el empleo de maquinaria, y la economía campesina, atrapada por el capital monetario, languivede y se arruina bajo el peso de su técnica atrasada. En la agricultura la decadencia de la pequeña producción asume otras formas, pero es un hecho indiscutible. Al azotar la pequeña producción, el capital hace aumentar la productividad del trabajo y crea una situación de monopolio para los consorcios de los grandes capitalistas. La misma producción va adquiriendo cada vez más un carácter social - cientos de miles de millones de obreros son articulados en un organismo económico coordinado-, mientras que el producto del trabajo común se lo apropia un puñado de capitalistas. Se intensifican la anarquía de la producción, las crisis, la loca carrera en busca de mercados, la existencia de las masas de la población se hace cada vez más precaria. Al aumentar la dependencia de los obreros hacia elcapital, el régimen capitalista crea la gran fuerza del trabajo conjunto. Marx sigue la evolución del capitalismo desde los primeros gérmenes de la economía mercantil, desde el simple trueque, hasta sus formas más altas, hasta la gran producción. Y la experiencia de todos los países capitalistas, viejos y nuevos, demuestra claramente, año tras año, a un número cada vez mayor de obreros, laa veracidad de esta doctrina de Marx. El capitalismo ha triunfado en el mundo entero, pero esta victoria no es más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el capital. Parte III. Cuando el régimen feudal fue derrocado y vio la luz la «libre» sociedad capitalista, enseguida se puso de manifiesto que esa libertad representaba un nuevo sistema de opresión y explotación de los trabajadores. Como reflejo y como protesta contra ella, comenzaron inmediatamente a surgir diversas doctrinas socialistas. Pero el socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba a la sociedad capitalista, la condenaba, soñaba con su destrucción, fantaseaba acerca de un régimen mejor, quería convencer a los ricos de la inmoralidad de la explotación. Pero el socialismo utópico no podía señalar una salida real. No sabía explicar la naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, no podía descubrir las leyes de su desarrollo, ni está en condiciones de encontrar la fuerza social capaz de emprender la creación de una nueva sociedad. Las tormentosas revoluciones en Europa, la caída del feudalismo, de la servidumbre, hacían ver cada vez más que la base de todo el desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de clase. Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase feudal fue alcanzada sin desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se formó sobre una base más o menos libre, más o menos democrática, sin una lucha a muerte entre las diversas clases de la sociedad capitalista. El genio de Marx está en haber sido el primero en deducir de ello la conclusión implícita en la historia universal y en aplicar consecuentemente esas lecciones. Esta conclusión es la doctrina de la lucha de clases. Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y del propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a discernir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los partidarios de reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de una u otras clases dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio: encontrar en la misma sociedad que nos rodea, educar y organizar para la lucha a los elementos que puedan - y, por su situación social, deban - formar la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo. Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que han vegetado hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría económica de Marx explicó la situación real del proletariado en el régimen general del capitalismo. En
el mundo se multiplica el proletariado. Este se instruye y educa al
librar su lucha de clase, está adquiriendo una cohesión
cada vez mayor y aprendiendo a medir el alcance de sus éxitos,
templa sus fuerzas y crece irresistiblemente. |