"MARXISMO Y TRADICIÓN NACIONAL - RAÚL ROA "

(Período 1920-1935).

«Juana Rosales García»

En Raúl Roa, como en otras figuras paradigmáticas de las décadas del veinte y el treinta del pasado siglo se constata algo que constituye una regularidad del pensamiento cubano en el pasado siglo: la asunción del marxismo y el leninismo a partir de una inicial formación que se nutre de la tradición histórica y de lucha de la nación cubana, fundamentalmente del pensamiento radical, democrático, revolucionario, antimperialista y nacional liberador de José Martí. En este trabajo nos proponemos demostrar que las ideas de Roa, nos demuestran la forma particular en que se articulan la ideología de la clase obrera y las tradiciones nacionales en nuestra cultura, especialmente el pensamiento martiano.

Raúl Roa García nace el 18 de abril de 1907 en La Habana. De progenie mambisa, el niño pasó muchas de sus horas infantiles a la sombra de su abuelo paterno Ramón Roa, quien ocupara importantes responsabilidades bajo las órdenes de Ignacio Agramonte, Antonio Maceo y Máximo Gómez. Las historias contadas por el viejo mambí fueron formando en el pequeño Raúl el amor a la libertad y la independencia.

El hogar donde creció fue marco propicio para que se consolidara en el niño un odio temprano hacia las ataduras sociales y los prejuicios raciales. El entorno familiar también coadyuvó a una precoz inclinación por los problemas patrios y por la figura del Apóstol, al cual leyó en la colección de libros de Gonzalo de Quesada. “El encuentro con Martí —expresaría mas tarde— me estrujó los huesos y me dio la preparación espiritual que me puso en el camino de Mella”.

Siendo solo un adolescente de 18 años escribirá su primer artículo, precisamente sobre el Maestro: Ensayo sobre José Martí. No por casualidad el sentimiento antimperialista que lo caracterizó desde muy joven, se forjó en el ideario martiano, en el conocimiento temprano de la historia republicana, de la penetración económica y financiera del imperialismo norteamericano en Cuba y en América Latina. Además, fue notable la influencia —como el mismo Roa señala— de los textos de Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Mariátegui, Marx y Lenin. Un importante lugar en este proceso lo ocupó el redescubrimiento de Martí a partir de las “Glosas” de Julio A. Mella.

En 1925, mientras estudiaba el bachillerato en el Colegio religioso “Champagñat”, el adolescente siempre atento a su realidad social, se sentirá fuertemente atraído por los aires de rebeldía y renovación que le llegaban de la Universidad. Una importante huella en ese año se la dejó Mella: “me llenó la imaginación de ardientes visiones y advertí, estupefacto, que el corazón me latía a la izquierda del pecho”. Roa siguió atentamente la agonía de Mella durante los 19 días que duró su huelga de hambre.

El ingreso a los estudios superiores (1926) abre una importante etapa en la vida del joven. En el recinto universitario no existía entonces un estudiantado revolucionario sino solo algunos núcleos de jóvenes radicales. Mella, la figura aglutinadora y dirigente es obligado a marchar al exilio. En este contexto Roa, estudiante de Derecho; se destaca muy pronto por sus inquietudes políticas y va a sufrir su primera experiencia carcelaria al firmar un llamamiento en contra de la intervención del imperialismo yanqui en Nicaragua.

El proceso de definición político de Roa, lo vincula rápidamente al pequeño grupo de jóvenes antimperialistas y revolucionarios que participaban en la Universidad Popular José Martí y la Liga Antimperialista. Ambas organizaciones —al ingresar Roa en 1927—, se encontraban en proceso de reestructuración bajo la dirección de Rubén Martínez Villena.

La dimensión humana y revolucionaria de Rubén, cuya amistad cultivaba, influyó a que se desarrollara aún mas la sensibilidad de Roa hacia la problemática social. Será Villena quien lo conduzca a las luchas obreras y sus organizaciones. También será el mejor crítico de la incipiente labor periodística de Roa en el suplemento literario del Diario de la Marina y en los periódicos obreros El Tranviario y Aurora.

Otra actividad revolucionaria importante en la que se destacó, fue la manifestación que —junto a otros estudiantes— realizó a la casa del mentor de la juventud Enrique José Varona; tras la que quedaría fundado el Directorio Estudiantil Universitario (DEU de 1927) contra la prórroga de poderes. El DEU declararía presidente de honor a Mella y se manifestaría como centinela de la obra de este líder antimperialista.

El encuentro con las ideas del marxismo y el leninismo se produjo muy rápidamente en Roa. Siendo un adolescente había leído de Lenin: El capitalismo de estado y el impuesto en especie. Al entrar a la universidad ya había releído el Manifiesto Comunista y estudia la Critica a la economía política de Marx, todo lo cual dice mucho de su temprana vocación por la ideología de la clase obrera. Otras obras que también estudió más tarde fueron El estado y la revolución, El imperialismo, etapa superior del capitalismo, El extremismo de izquierda, enfermedad infantil del comunismo y otros.

Acerca de la escasa bibliografía marxista existente entonces, Roa valoraba: "No hay que olvidarse que en aquella época en Cuba la bibliografía marxista leninista era bastante pobre, era más rica la de Lenin que la de Marx. Por eso yo muchas veces he pensado que todos nosotros fuimos a Marx desde Lenin, y no fuimos a Lenin desde Marx, como suele ocurrir en la mayor parte del mundo.”

Concepción de Revolución Antimperialista.
Aquel primer aprendizaje del pensamiento martiano y de lo mejor de las tradiciones patrióticas que había influido en la formación antimperialista se hace evidente desde sus primeros trabajos. Roa penetra en la raíz de la dependencia política y económica de Cuba y profundiza en la contradicción imperialismo-pueblo, develada por Martí como la principal en América Latina.

Hacia 1927, el joven ya contaba con un prestigio en los medios de prensa y literarios. Sus escritos aparecen en la Revista de Avance y en la manzanillera Orto, donde aparecen sus trabajos sobre la poesía de Martí y otros donde el conocimiento de la obra del Apóstol se hace más profundo. Aunque esta labor periodística se centra, de manera general, en la crítica literaria y en ella no manifiesta abiertamente sus ideas políticas, si se perciben implícitamente cuando analiza la poesía revolucionaria de Villena, José Z. Tallet o Regino Pedroso.

Expresión del proceso de maduración revolucionaria que se opera en Roa, será el artículo sobre la agresión yanqui a Nicaragua que publica en la revista América Libre. En él realiza un análisis marxista del fenómeno imperialista y de su papel en la explotación de los pueblos. Un arraigado espíritu antimperialista y latinoamericanista son las ideas esenciales que expone en este trabajo: “Porque el imperialismo es la explotación mas desvergonzada y abierta de los países pequeños y de las colonias por sus protervas metrópolis... Pero toda explotación supone implícitamente una reacción por parte de los explotados. Estos se baten corajudamente y con tesón por rescatar de manos extrañas sus medios de producción, sus riquezas, su economía nacional”.

No obstante el repliegue de los jóvenes revolucionarios que siguió a los procesos de expulsiones estudiantiles de la Universidad —1927-1928— la actividad de Roa se hará sentir en conferencias y actos políticos demandando la acción juvenil. Él mismo había logrado escapar del llamado “proceso comunista” (1927) que había dado al traste con la Universidad Popular José Martí y la revista América Libre entre otras instituciones de la izquierda.

A nombre de la Asociación de Estudiantes de Derecho del alto centro docente, Roa va a argumentar las principales directrices del movimiento estudiantil y a situar en primer lugar la prioridad de unir a los jóvenes y movilizarlos para el combate contra la tiranía y el imperialismo. También, reflexiona a propósito del proceso revolucionario de las masas populares mexicanas por su liberación nacional y social, acerca de la Revolución que había que librar en Cuba contra el imperialismo yanqui. Y precisa que aunque las condiciones objetivas para el triunfo no estén maduras, lo que importa en definitiva es “el anhelo libertario que las impulsa y el creciente y denodado afán de las masas mexicanas por ejercer, a despecho de todo y contra todo, su propia dirección histórica” —pues— “de esa pugna formidable entre las masas desposeídas y tiranizadas y las clases privilegiadas nativas y el imperialismo... surge la tragedia mexicana”.

Es por ello que los jóvenes revolucionarios cubanos, desde su puesto de combate, deberán luchar por la reforma universitaria hasta el final. Y explica evocando a Martí que “una idea justa que aparece vence”. Dicha reforma en su contenido social —que para Roa era el más importante— tendrá que vincular más la Universidad al pueblo, incorporar su vida intelectual a las masas “elevando su capacidad técnica, suministrándoles los instrumentos adecuados a su redención histórica.”

No deja de recordar el ejemplo aleccionador de la Universidad Popular José Martí, fundada por Mella, consecuente con sus ideas de elevar la cultura y la educación popular. Para Roa, como para Martí, era imprescindible desarrollar intelectualmente a los trabajadores, a las masas humildes que serían los protagonistas de la revolución por la independencia nacional.

Durante la huelga del 20 de marzo de 1930, Roa no sólo colaboró con el paro obrero sino que nos dejará magníficas crónicas de aquellos hechos. Brinda un apoyo, a las luchas obreras, sin dejar de dedicar sus mayores esfuerzos a levantar el espíritu de lucha en la universidad. Ya desde finales de 1929 se aglutinaba un conjunto de jóvenes en tal empeño. La retirada eventual de las tropas machadistas del centro docente favoreció las actividades de este grupo de vanguardia que decide convertir el 27 de noviembre de ese año 1930, aniversario del fusilamiento de los estudiantes en 1871, en una jornada de combate contra la dictadura y de homenaje a Julio A. Mella.

Roa había defendido fuertemente entre sus compañeros, la tesis acerca de la necesidad de una organización pues sin un aparato revolucionario irían al fracaso. De este empeño nació el nuevo Directorio Estudiantil Universitario (DEU del 30) que agrupó a los jóvenes participantes en la heroica manifestación del 30 de septiembre contra la dictadura de Machado. Aunque a todos los integrantes del DEU los identificaba la lucha antimachadista, bien pronto se hicieron evidente las diferentes posiciones ideológicas que se expresaban en esta agrupación.

Como miembro destacado, organizador y protagonista del nuevo Directorio, denunciará evocando al Apóstol, que “Machado ha hecho trizas un día y otro el apotegma martiano de que la ley primera y fundamental de la república debe ser el culto a la dignidad plena del hombre”. En este orden reclamará la única solución posible al problema cubano: “el cese del actual régimen con la inmediata renuncia del presidente de la república”, como prerrequisito indispensable de futuras batallas. El documento, que se repartiera durante la protesta, demuestra la capacidad y madurez del joven marxista que logró aglutinar a hombres de disímiles ideologías en aquella organización.

En enero de 1931, nace el Ala Izquierda Estudiantil (AIE), organización revolucionaria y antimperialista, heredera de la tradición de lucha del movimiento estudiantil de 1923 y 1927. En su Manifiesto-Programa, firmado por un grupo de jóvenes, entre los que se encontraban Raúl Roa y Pablo de la Torriente Brau —entonces presos—, se patentiza la necesidad de luchar no sólo por la nueva y definitiva independencia, sino además, contra el imperialismo yanqui, debido al status colonial en que permanecía Cuba, tras una aparente soberanía, tal y como había anticipado Martí.

Como integrante del AIE, Roa interviene en numerosas conmemoraciones desde el presidio, en las que tendrá lugar especial la recordación del ideario político de José Martí, a su juicio, “uno de los revolucionarios más auténtico que hemos producido”.A partir de las experiencias acumuladas, va a plantearse -junto a algunos de los jóvenes de izquierda que fundan el AIE- la revolución socialista como objetivo final de las luchas del pueblo cubano por su liberación nacional. El programa del Ala Izquierda constituía esencialmente un proyecto revolucionario que tomaba como punto inicial la lucha antimperialista y consideraba como imprescindible el logro de una transformación económica y social en la sociedad cubana bajo la hegemonía de la clase obrera y su partido.

Cuando analizamos los documentos escritos por Roa a partir de 1931 —coincidente con su etapa de presidio político— podemos constatar que en estos se privilegia el análisis de la concepción de revolución que Cuba necesitaba así como de las características que la misma tendría. Como ejemplo podemos citar el conocido llamamiento de combate “Tiene la palabra el camarada Mauser”, dirigido a los estudiantes y publicado en Linea, en julio de 1931, donde enuncia su estrategia de insurrección armada para llevar a cabo la revolución de liberación nacional ante la percepción de que Cuba se encontraba en los umbrales de una situación revolucionaria: “Estamos en presencia también de una revuelta de masas contra el imperialismo yanqui y su verdugo Machado. Ampliarla, darle un contenido agrario y antimperialista, transformarla en revolución democrática bajo la dirección del proletariado en alianza con los campesinos y la pequeña burguesía radical, es obligación previa e ineludible de las organizaciones que luchan genuinamente por la liberación nacional y social de Cuba”.

Además, reafirma su decisión de luchar por una revolución profunda, no por meras reformas: una revolución que le dé un vuelco total a la estructura económico-social colonial del país; fuente de todo el atraso y la miseria prevaleciente. También enfatiza desde su posición marxista el peso del factor económico como determinante, en última instancia, de los procesos sociales cuando afirma que la entraña de la revolución es siempre económica. En el llamamiento, explica además, que la revolución representa la violencia organizada de las masas oprimidas para modificar radicalmente el régimen de relaciones sociales de producción, a las cuales corresponden formas ideológicas, jurídicas, políticas y de conciencias peculiares.

En un artículo escrito en homenaje al primer aniversario de la jornada del 30 de septiembre, Roa reafirma su confianza en la revolución y en las masas populares —calificadas por Martí como las dirigentes de las revoluciones verdaderas— e insiste en la necesidad de que las masas asciendan al poder mediante la violencia organizada. Haciendo referencia a la tesis leninista en torno a las condiciones necesarias para la revolución, se enfrentaba a aquellos que alegaban falta de madurez política en el pueblo para llevar a cabo sus propósitos de redención nacional y social; respondiendo con un pensamiento aleccionador del Apóstol: “ustedes ven solo la atmósfera; nosotros vemos el subsuelo.”

La formación marxista de Roa se profundiza en estos años de cárcel y lucha revolucionaria, a través de las conferencias que imparte y recibe en las academias “Carlos Marx” y “Materialista”, -fundadas en el presidio por el propio Roa y Pablo de la Torriente Bráu entre otros- así como otras actividades en las cuales se involucra. Su aprehensión de la ideología del proletariado como teoría para interpretar y transformar la realidad va a estar fuertemente sustentada en las tradiciones ideológicas nacionales, fundamentalmente en el conocimiento del pensamiento antimperialista y de liberación nacional de José Martí.

La carta que enviara a Jorge Mañach, escrita a finales de 1931 —“Reacción versus revolución”—, resulta una lúcida interpretación marxista del proceso histórico cubano. En este importante documento, Roa defiende el marxismo en su contenido histórico “como una interpretación dialéctica de los procesos sociales, una verdadera sociología, y en su contenido filosófico, una visión peculiar de la vida y sus problemas, una explicación materialista del mundo, que aspira también a transformarlo”. También argumenta acerca de los aportes cardinales de Marx al pensamiento humano y los de su continuador Lenin “su más genial exégeta y su primer realizador”, que adaptó la doctrina marxista “sin que substantivamente sufriera menoscabo, en la época del capitalismo financiero y de la revolución proletaria”.

El joven marxista analiza, además, cómo la historia del país ha estado marcada desde el siglo XIX por las apetencias expansionistas de los Estados Unidos y que, no obstante su forma política republicana y su constitución liberal, Cuba continuaba siendo colonia, por su estructura económica dependiente totalmente de los intereses norteamericanos, tal y como había temido José Martí. También razona que la revolución predicada y organizada por el Apóstol y su órgano político, el Partido Revolucionario Cubano , de auténtico ideario y raigambre popular, antianexionista y antimperialista, fue trastocada al convertirse Cuba en un protectorado virtual.
La relación entre dominación económica y dominación política, vislumbrada por Martí, es bien delineada por Roa en la carta cuando expone que los presidentes cubanos —como todos los de los países coloniales— han sido en realidad verdaderos lacayos del imperialismo desde 1902.

Muy interesante resulta su concepción de imperialismo como sistema, como categoría específicamente histórica y temporal, que corresponde a un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Coincidiendo con los geniales atisbos martianos sobre la esencia del imperialismo, expone desde una perspectiva leninista que “el imperialismo es la reproducción amplificada de la concurrencia imperialista... la política peculiar del capitalismo financiero, del capitalismo elevado a su más alto grado de complejidad y evolución” y que el “desenvolvimiento monstruoso de este desemboca, necesariamente, en el revuelto golfo de la trustificación nacional... y se orienta la política del Estado en un régimen cada vez más reaccionario y represivo, culminante en el fascismo”.

Aborda además la dimensión latinoamericana de la lucha contra el imperialismo que representa la heroica gesta de Sandino contra la intervención norteamericana en Nicaragua. “Esta transformación del capitalismo —explica citando a Lenin— en un sistema mundial de esclavizamiento y de opresión colonial de la inmensa mayoría de la población de la tierra por un grupo de países avanzados ha convertido a las economías nacionales en los eslabones de una sola cadena, llamada economía mundial —y por otra parte— ha dividido a la población del globo en dos campos: un puñado de países capitalistas ´avanzados´ que oprimen y explotan a numerosos países coloniales y dependientes, obligados a luchar para emanciparse del yugo imperialista”. En sentido similar planteaba Martí la existencia de países seculares y pueblos nuevos, naturales o jóvenes de nuestra América.

Analiza las causas y consecuencias de la frustrada revolución organizada por José Martí; y valora que la culminación de aquella gesta continuaba siendo una aspiración para el pueblo cubano.
En este documento se perfila como Roa asume aquel pensamiento martiano opuesto a traslaciones miméticas de experiencias revolucionarias de otros pueblos, realizadas por otros hombres y en escenarios diferentes. Su concepción con respecto a la especificidad y universalidad de los procesos revolucionarios puede apreciarse cuando afirma “que nosotros pretendemos, no obstante nuestro marxismo, resolver el problema cubano con datos cubanos y no con datos rusos; y como nuestra forma de verlo no es ´inútil´ ni ´contraproducente´, sino extraída de las propias necesidades cubanas, y, por ende, cierta y fecunda”.

La concepción etapista de la Revolución —según las tesis expuestas por el Partido Comunista desde enero de 1930— sé delinea claramente en este documento. Roa planteaba que para las circunstancias del régimen capitalista en Cuba, la revolución de liberación nacional tendría que atravesar una primera etapa democrático burguesa dirigida a la liquidación del feudalismo y toda forma precapitalista de producción y trabajo aún vigentes, el derrocamiento del imperialismo y de sus soportes económicos y políticos, y de la burguesía nativa y de sus órganos burocráticos y represivos. Todo bajo un gobierno obrero y campesino “capaz de garantizar por su estructura y su poderosa raigambre en las masas, condiciones positivas y de resistencia contra el imperialismo”.

“La participación de las capas no proletarias de la población, la pequeña burguesía, los intelectuales, empleados y estudiantes bajo la hegemonía de la clase obrera aliada al campesinado en la revolución antifeudal y antimperialista, eran la única garantía de la victoria y del tránsito hacia la segunda etapa, la revolución proletaria o socialista caracterizada por la "socialización de Cuba".

Roa puntualizaba con respecto a esta concepción, el lugar que ocupaba el AIE como vanguardia de los estudiantes pobres y medios del país, órgano estudiantil que no aspiraba a usufructuar el poder político sino a formar parte de la lucha bajo la dirección del proletariado y su partido. Sobre este tema seguiría profundizando en nuevos trabajos que escribe posteriormente.

Al salir del presidio en 1933, Raúl Roa nuevamente se incorpora a la lucha revolucionaria y antimperialista y suscribe junto a sus compañeros del AIE un “Manifiesto al pueblo de Cuba” contra la mediación, la cual definen como una intervención norteamericana solapada y un engaño que se ofrecía a las masas trabajadores y estudiantiles que llevaban tres años en el frente de lucha.

Roa participa activamente en la huelga general de agosto que derroca a la tiranía machadista, tras lo cual regresa nuevamente a la Universidad y se enfrasca en las asambleas estudiantiles por la depuración profesoral. Con relación a estos hechos escribe diversos artículos para Linea —órgano del Ala Izquierda Estudiantil—, Ahora y la Revista Universidad en los cuales se pronuncia por la continuidad de la reforma universitaria comenzada por Mella en la década anterior y subraya la necesidad de vincular la universidad con el proceso social que vive el país.

En esta nueva etapa de la lucha estudiantil, Roa insiste constantemente en la prioridad de la unidad revolucionaria antimperialista, imprescindible para romper las bases de la situación imperante, "la cual demostraba que no es bajo los gobiernos del imperialismo, de estructura y reacciones coloniales, donde hallaremos la solución verdadera, real, definitiva de nuestra vida social y académica”.

Asimismo, denuncia a los grupos de oposición que solo aspiran —tras su demagógico discurso— a sustituir a los nuevos servidores de las clases dominantes y el imperialismo. Valora que lo más importante es desarrollar la lucha junto al pueblo dolorido y burlado, junto a las masas trabajadoras para la “implantación de un régimen nacido de sus entrañas y sostenido por ellas. Un régimen donde no haya esclavitud, ni miseria, ni sumisión a sindicatos bancarios, un régimen dentro del cual Cuba se realice por si misma, en el pleno disfrute de sus cuantiosas riquezas, controladas hoy por una oligarquía lejana y voraz y sus esbirros cubanos”.

Tras su participación en la huelga general de marzo de 1935, Roa tendrá que marchar nuevamente al exilio. En Estados Unidos funda junto a Pablo de la Torriente Brau y otros jóvenes revolucionarios la Organización Revolucionaria Cubana Antimperialista (ORCA), con el objetivo primordial de unir en un solo frente a todos los sectores y partidos antimperialistas con vistas a la insurrección. ORCA expresaba una línea de continuidad con la Asociación Nacional de Emigrados Revolucionarios Cubanos, creada por Mella y en ambas está presente la huella del Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martí. Para Roa, ORCA y los clubes revolucionarios que se fundan; constituían etapas de la lucha antimperialista.

Los trabajos publicados por Roa en Frente Unico —órgano de prensa de ORCA— son expresión de su sólida confianza en las masas y en la revolución. En ellos estará presente su preocupación por difundir el ideario martiano de liberación nacional.

Cuando se estudia la correspondencia de Roa, sobre todo la que sostuvo con su amigo entrañable, Pablo de la Torriente Brau, en el período comprendido entre 1935 y 1936, podemos constatar que en su concepción de revolución va a ocupar un lugar central el problema de la unidad revolucionaria en las nuevas condiciones históricas nacionales e internacionales. Después del fracaso de la huelga de marzo de 1935 y de la frustración que ello significó, Roa llega a la conclusión de que en el orden insurreccional y de las perspectivas inmediatas del movimiento revolucionario de masas, se había llegado a un punto crítico que solo podía ser superado por la constitución del frente único.

En este sentido recababa la necesidad de concentrar todo el trabajo en la base, “en el subsuelo de la Revolución, donde vive el impulso puro y definitivo”, y a este efecto estimaba que ORCA debía desempeñar un papel de avanzada en la conformación de una Conferencia de Frente Unico donde estuvieran presente todas las organizaciones y partidos revolucionarios y antimperialistas.

A los efectos de la construcción de un partido único de izquierda, Roa elaborará un conjunto de ideas en las que ocupará un lugar fundamental el problema del carácter clasista de esa instancia unitaria, sobre bases estrictamente marxistas. Plantea que el partido único no podía entrañar una confusión de clases antagónicas, sino que solo podía ser un organismo de clase, de masas oprimidas y explotadas y por lo tanto no podía estar al margen de la lucha de clases: “El tiene, por el contrario, que organizarse y desarrollarse sobre una base clasista, o... no será un partido genuinamente antimperialista”

Para Roa el partido de la revolución cubana, en esa etapa de su historia, debía ser un partido de enlace, o sea, “un partido que represente una solución no entre el dominio imperialista y el poder proletario, sino hacia este último, fase superior de la Revolución cubana dentro del marco clasista”. Como el mismo explicara, aunque la guía teórica y práctica en el terreno dialéctico era Marx y Lenin, el pensamiento político había que proyectarlo hacia las características de la lucha revolucionaria en Cuba y las limitaciones que la misma padecía.

En la mencionada correspondencia también podemos encontrar precisiones importantes en cuanto a su concepción de revolución frente al hecho incuestionable de que las condiciones para el triunfo de la misma habían variado. Citando a Marx y a Lenin planteará que según las “tablas de la ley revolucionaria”, “la revolución no se hace cuando se quiere sino cuando se producen todos los factores capaces de engendrar la insurrección”. Y aunque en Cuba, a juicio de Roa, las condiciones objetivas estaban maduras, había que continuar trabajando en la maduración del factor subjetivo. No había otra salida para el país que no incluyera “la articulación de una real fuerza revolucionaria de masas, con un programa concreto, una táctica dialéctica y un ideario definitivamente antimperialista”.

En otro orden de análisis, Roa no descartaba tampoco la necesidad de la lucha política dentro del régimen burgués y se pronunciaba por la participación de la revolución en la "Constituyente popular soberana” (que se realizaría bajo la égida del gobierno de Miguel Mariano Gómez y el imperialismo) siempre que existieran condiciones y los elementos revolucionarios pudieran impulsar sus anhelos de mejoramiento. Argumenta la importancia de participar en la Constituyente a fin de “... de transformarla mediante la agitación, la propaganda y el copo electoral en el genuino poder revolucionario”. El joven aludía a la idea leninista de la necesidad de participar en los parlamentos burgueses como una etapa del flujo y grado de exigencias del movimiento revolucionario.

El destacado revolucionario continuó siendo toda su vida un estudioso y divulgador de la obra de Martí. Su conferencia “Rescate y proyección de José Martí” (1936) resulta el primer trabajo dedicado íntegramente a valorar pensamiento del Apóstol. En el mismo aborda desde un punto de vista marxista su figura, la ideología revolucionaria del héroe, su visión americanista y su genialidad para percibir el máximo conflicto de la gesta independentista: el peligro del expansionismo de los Estados Unidos. Subraya la perenne contemporaneidad del ideario antimperialista de Martí, aquel que previó en su época, levantar —a partir del logro de la Revolución Cubana— un muro inexpugnable frente a las pretensiones del imperialismo yanqui.

En este trabajo profundiza en el alcance histórico de la revolución de liberación nacional proyectada por el Apóstol y reafirma que la genialidad de su pensamiento político radica precisamente en haber planteado la independencia nacional sobre bases que permitieran el ulterior desarrollo de la república.

Aunque el centro de las preocupaciones teóricas de Roa estuvo dirigida a la solución de los problemas concretos de la estrategia y la táctica de la revolución en Cuba, ello no le impidió esbozar la república que quería construir. Como todos los jóvenes de avanzada que protagonizaron los movimientos políticos surgidos en los inicios de la década del veinte, Roa parte de la concepción de república democrática martiana, pero debido a las nuevas condiciones históricas deberá enriquecer estos postulados. El joven se planteará un proyecto socialista de Estado y sociedad, que es superador de una aplicación extemporánea del proyecto de república martiana, sin por ello renunciar a las esencias democráticas y liberadoras que el mismo contiene.

Para Roa la república martiana encarnaba en América las esencias más puras y progresistas del pensamiento democrático y en este sentido denuncia que “contra lo que él predicó y se propuso, la república ha sido —es hoy más que nunca— la perpetuación con formas nuevas, o con alteraciones más aparentes que esenciales, del espíritu burocrático, militarista y corrompido de la colonia.”

Martiano y Marxista consecuente durante toda su existencia, el que pasaría a la historia como el Canciller de la dignidad de Cuba Revolucionaria, confirmaría con su vinculación al proceso revolucionario de 1959 sus ideas, proyectos y experiencias de los años treinta.