Blas Roca: La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.

Fragmentos del Discurso pronunciado por Fidel Castro, en la Plaza de la Revolución "José Martí", el 26 de abril de 1987, en la despedida del sepelio de Blas Roca.

Ha dejado de existir un hombre excepcional, de singulares virtudes y extraordinario talento. Un revolucionario ejemplar que dedicó por entero su vida a la causa de los humildes, maestro y conductor de comunistas por más de medio siglo, combatiente indoblegable que durante casi tres décadas dirigió el primer partido marxista-leninista de Cuba.
En los difíciles años de la década del 1920, cuando los trabajadores cubanos bajo el influjo de la Gran Revolución Socialista de Octubre libraban sus duros combates de clase en medio de una desoladora crisis económica, Blas, siendo todavía muy joven, cerró filas con los obreros y comunistas de Manzanillo, ciudad de profundo espíritu y enraizadas tradiciones revolucionarias.
Elegido en 1929 Secretario General del Sindicato de Zapateros de Manzanillo, ingresó en el Partido Comunista fundado por Baliño y Mella. Ser comunista en aquel tiempo significaba asumir la más riesgosa y heroica posición política. En solo un año, sus excepcionales condiciones de luchador determinaron su elección como Secretario del Comité del Partido de Manzanillo y como Secretario General de la Confederación Obrera de la localidad. Apenas con 21 años, era ya el principal dirigente comunista y obrero de la aguerrida provincia de Oriente.
Más adelante, con solo 25 años, su figura alcanza especial dimensión en los días finales de la lucha contra Machado, al dirigir en su provincia las batallas obreras y populares que culminaron con la histórica huelga general de agosto de 1933. Cuando el Partido lanzó la consigna de “luchar por un gobierno de obreros y campesinos”, Blas participó decididamente en el empeño de crear el soviet de obreros y campesinos del central Mabay. Fue entonces un sueño, pero también una genial premonición. En Manzanillo quedaron las semillas que 23 años más tarde, convertidas en tenaz e invencible solidaridad, encontraron los expedicionarios del Granma.
Rápida fue la trayectoria de Blas hacia las altas responsabilidades en la dirección del Partido. A la pupila insomne de Martínez Villena, entonces máximo dirigente de los comunistas cubanos, no escaparon las brillantes cualidades del joven combatiente revolucionario, al que en el propio año 1933 se le traslada y se le hace responsable de la dirección del Partido en la capital de la república. A su vez se le encomienda atender el semanario "Bandera Roja", órgano central del Partido. No mucho tiempo después la dirección del Partido lo elige Secretario General del Comité Central, cargo en el que fue ratificado durante la celebración del Segundo Congreso en 1934. De este modo, a los 26 años, el humilde niño manzanillero Francisco Calderío se había convertido en el jefe del Partido de los comunistas cubanos.
En 1935 viajó a la Unión Soviética presidiendo la delegación cubana al Séptimo Congreso de la Internacional Comunista, y fue electo miembro de su Comité Ejecutivo. Ya su figura trascendía los marcos nacionales y empezaba a proyectarse en el ámbito internacional.
En el orden interno, gracias al esfuerzo abnegado del Partido, el movimiento obrero se fortaleció considerablemente, fue creada la Confederación de Trabajadores de Cuba; líderes brillantes como Lázaro Peña, Jesús Menéndez y otros surgieron bajo la sabia dirección y el magisterio de Blas Roca, y la clase obrera alcanzó considerables conquistas sociales y políticas.
Grande fue la contribución del Partido al proceso constitucional de 1940, para que se plasmaran numerosas disposiciones progresistas y avanzadas.
Desde 1940 hasta el 10 de marzo de 1952 que ocurrió el Golpe de Estado, Blas fue representante a la Cámara. Con la contundente respuesta revolucionaria del 26 de Julio de 1953, se iniciaría una etapa nueva en las luchas de nuestro pueblo que exigiría cuotas enormes de sacrificio y heroísmo. En ese largo proceso el Partido de Blas y los fundadores del Movimiento 26 de Julio mantendríamos siempre excelentes y fraternales contactos.
Con justicia y gratitud evocamos hoy los días difíciles que siguieron al desembarco del Granma, cuando los comunistas cubanos, bajo la dirección de Blas, exigieron de los partidos de oposición desarrollar intensas acciones políticas y presiones para evitar el exterminio de los revolucionarios, enfrentados entonces a los duros reveses iniciales.
En la subsiguiente guerra de liberación nacional y en la lucha clandestina junto a nosotros combatieron abnegados jóvenes y trabajadores comunistas que se formaron en los principios inculcados por Blas.

Continuó nuestra colaboración en la victoria de 1959 , y cuando el anticomunismo se convirtió en el instrumento por excelencia de la reacción interna y el imperialismo yanki, la unidad de todas las fuerzas se hizo más esencial que nunca. Las bases históricas, políticas e ideológicas estaban creadas para ello. A esa unidad Blas hizo el aporte inapreciable de su desinterés y su modestia.
Más de 25 años habían transcurrido desde que él se hizo cargo de la dirección del Primer Partido Comunista de Cuba. Un proceso revolucionario profundo había tenido lugar en nuestra patria; un movimiento político de amplitud y apoyo popular nunca antes visto se había desarrollado; una nueva generación de jefes revolucionarios había surgido.
Las ideas revolucionarias desde Céspedes hasta Blas iban, al fin, a ser realidades. Esa oportunidad única en la historia no iba a ser afectada esta vez por conflictos de hombres y personalidades. Los revolucionarios marxista-leninistas supimos estar por encima de vanidades y ambiciones mezquinas. Y en esto el ejemplo de Blas fue histórico e insuperable. Sin vacilación alguna puso incondicionalmente su partido y su jefatura, su experiencia y su sabiduría a disposición de la nueva dirección revolucionaria. Los miles de militantes abnegados y tenaces por él formados se integraron así, junto a los combatientes del Directorio Revolucionario y del Movimiento 26 de Julio, al nuevo Partido, de cuya dirección formó parte desde entonces como uno de sus más prestigiosos y respetados miembros.
Es preciso recordar un día como hoy que, en junio de 1961, en las conclusiones de la reunión donde acordó disolverse el Partido Socialista Popular, refiriéndose a los hombres agrupados en el Movimiento 26 de Julio y en el Directorio Revolucionario, Blas, con justificado optimismo y gran premonición histórica, expresó: "Con esos hombres nos fundimos hoy en las fuerzas revolucionarias integradas, en marcha hacia la construcción del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba. Con ellos actuaremos juntos para aprender y dominar mejor y asimilar más profundamente el marxismo-leninismo, seguros de que es la teoría de la victoria."
Blas fue un soldado disciplinado y ejemplar a lo largo de 28 años de Revolución. El Partido le confió innumerables tareas en los más variados campos, las cuales cumplió con absoluta consagración y eficiencia. Quizás en ninguna otra brilló tanto y dio muestras más relevantes de su capacidad intelectual y sus dotes de político y estadista como en las tareas relacionadas con la elaboración de la nueva Constitución de la República. En ese trascendental documento Blas volcó su sabiduría y entregó una parte de su propia vida de revolucionario, con la inconmensurable alegría de ver plasmados en nuestra Constitución socialista sus más caros anhelos y sueños de comunista. En muchas otras instituciones, códigos y leyes de la Revolución están presentes los esfuerzos de Blas, ejemplo de maestro y de autodidacta a lo largo de toda su vida.
Especialmente emocionante para él fue el momento de su elección como miembro del Buró Político, en la ocasión en que nuestro glorioso Partido celebró su Primer Congreso en 1975.
La valiosa ejecutoria de Blas está estrechamente vinculada también al surgimiento de nuestros órganos de gobierno. Electo diputado a la Asamblea Nacional en noviembre de 1976, se convirtió un mes más tarde en su primer Presidente, cargo que desempeñó con su acostumbrada dedicación y brillantez durante cinco años.
Blas nos deja además el fruto valioso de numerosas obras escritas, que atesoran su pensamiento político y el análisis certero, con criterio marxista-leninista, de problemas especialmente relacionados con la sociedad cubana.
A lo largo de su fructífera vida, fue digno e inclaudicable combatiente, paradigma de consagración y fidelidad a los intereses del pueblo, a las ideas marxista-leninistas y a la gloriosa causa del comunismo. En una ocasión él mismo expresó: "Si tuviera que definir mi vida, diría algo muy simple: ha sido un campo de batalla, nunca he dejado de luchar y nunca, ni en la circunstancia más adversa, he perdido la fe en el futuro. Ese ha sido mi escudo y mi bandera."
Con la singular lucidez que le acompañó en todos sus combates, hace varios años, cuando su salud física comenzaba ya a quebrarse preocupantemente, el compañero Blas hizo llegar a la dirección de nuestro Partido su deseo de que, a su muerte, sobre la cual en ese momento él reflexionaba con naturalidad y madurez, sus restos fuesen sepultados, según sus propias palabras, "en la tierra pelada", es decir que no se inhumasen en un panteón.
La dirección de nuestro Partido, al respetar la voluntad del compañero Blas, interpreta esta solicitud suya como una expresión más de su humildad y su modestia, ya que ella envuelve el afán de que, aun después de muerto, perdure la auténtica sencillez que le caracterizó.
Es por ello que se adoptó la decisión de sepultarlo en las inmediaciones de El Cacahual, en la tierra sagrada de la patria, a la que consagró su vida. Hasta allí los miembros de la dirección de nuestro Partido acompañarán sus restos junto a sus familiares. Y en ese lugar donde le dejaremos, sin faltar a su deseo, habrá solo una modesta lápida.
Ante la ausencia física de un combatiente revolucionario ejemplar como Blas, podemos repetir las palabras de José Martí: "La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida".
Al despedir al compañero Blas queremos decirle: ¡Las presentes y futuras generaciones de revolucionarios y comunistas cubanos, bajo el influjo y la inspiración de tu excepcional ejemplo, harán de tu suelo amado un baluarte inexpugnable del socialismo, y preservarán tu querido y admirado nombre unido al de aquellos hijos insignes que con su acción y su pensamiento forjaron el alma de la patria! ¡Preservaremos firmemente tu más preciado legado: la lealtad sin límite al pueblo trabajador, y la vida entera, hasta el último aliento, consagrada a la Revolución!

¡Hasta la victoria siempre, compañero Blas!

¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!